Ciudad Guatemala

Aviso a parejas adolescentes: no confundir amor con dependencia


Sin lugar a dudas, el amor nos hace felices. Se vive una experiencia de encanto que vale la pena disfrutar, ya que tiene un efecto positivo para el desarrollo emocional, especialmente durante la adolescencia. Sin embargo, cuando el deseo de amor sobrepasa los límites podríamos estar confrontando una dependencia emocional.

  27 julio, 2020 - 11:11 AM

Hay relaciones en las que se observa ese desequilibrio: una de las partes depende en gran medida de la otra persona, esto le resta libertad y le genera una constante inconformidad.

Muchos no son conscientes

De hecho, la mayoría de las y los adolescentes que transitan por esta experiencia de sufrimiento mental ni siquiera lo notan y pueden mantenerse así con diferentes relaciones sentimentales durante toda la vida.

De acuerdo con la literatura científica, a la dependencia emocional se le atribuyen explicaciones biológicas, psicológicas y sociológicas. Pueden darse todas las condiciones o alguna de ellas.

En cuanto a la manifestación biológica, se conoce que las experiencias traumáticas de la infancia, como el abuso o la negligencia en el cuidado infantil, interactúan con la genética para cambiar la estructura y la función del cerebro provocando afectación en el sistema de apego emocional a corto y largo plazo.

Los centros emocionales del cerebro se comunican con la corteza cerebral y su funcionamiento superior, siendo determinante para nuestras elecciones, incluso para la manera de acercarnos al mundo.

Inseguridad, falta de afecto, de autoestima…

Es así como las carencias de afecto, la inseguridad o la baja autoestima acarrean problemas psicológicos que conducen a la dependencia emocional. Otra causa son las distorsiones cognitivas, mejor conocidas como las falsas creencias sobre el amor de pareja. Algunas frases típicas son: “Es el amor de mi vida”, “es mi media naranja”, “tienes que hacer sacrificios por amor”…

En el fondo, estos significados están estrechamente vinculados con factores sociológicos, que es donde entran en juego las normas sociales: “Si todos lo hacen, entonces el comportamiento es apropiado”. O la norma social cautelar: “Si no lo hago, ¿cómo me juzgarán los demás?”.

Particularmente, el modelo de género tradicional idealiza desproporcionadamente el amor de pareja y amplifica las secuencias de relaciones asimétricas que favorecen el posicionamiento de una de las partes en situación de dependencia.

¿Cómo surge la violencia?

Ser dependiente emocional y la propensión a adaptarse sin resistencia a las normas del modelo de género tradicional son un caldo de cultivo para que surja la violencia en una relación de noviazgo. Cualquier adolescente puede ser víctima de esta situación que tiende a manifestarse con conductas más agresivas conforme aumenta el tiempo de relación.

Una forma de prevención por excelencia es identificar comportamientos abusivos. Los más evidentes se clasifican en violencia física, sexual y psicológica/emocional. A pesar de que tanto ellas como ellos pueden ejercerlas, las adolescentes son más susceptibles de sufrir violencia verbal y violencia sexual.

Los actos de violencia pueden ser: golpear, morder, lanzar objetos, empujar, apretar, abofetear, la amenaza, la humillación, la ridiculización en público o los gritos, o violaciones como el coito forzado o tocar las partes íntimas sin que medie el consentimiento.

El resultado de experimentar estas expresiones violentas es la afectación de la salud física y mental de la persona. Sin embargo, existen otras prácticas que constituyen las zonas no visibles del problema, puesto que no son percibidos por la sociedad como actos abusivos. Se trata de tácticas utilizadas por quien comete el abuso para captar toda la atención en él o ella.

Dentro de estas conductas se encuentran el juego de los celos o la infidelidad, la mentira, el chantaje emocional donde se manipula a través del miedo, la culpa o la compasión, ignorar por completo a la pareja (comportamiento pasivo-agresivo), mostrar a terceros la comunicación intima (correo electrónico, SMS, fotografías, conversaciones…), reducir las situaciones problemáticas al mínimo sugiriendo que las percepciones de la pareja carecen de todo sentido…

Las personas abusadas emocionalmente con las situaciones mencionadas se enfrentan a la impotencia, el dolor, el miedo y la ira y, paradójicamente, las personas abusadoras también.

Noviazgo adolescente y dominación

En nuestros estudios sobre la violencia en el noviazgo de adolescentes se presentan con un patrón de repetición elevado las relaciones de dominación-dependencia. Dentro de los síntomas más evidentes de la dependencia emocional está la concesión excesiva de los deseos de la otra persona, aferrarse a la relación y la disposición para un amor a expensas de las propias aspiraciones o valores.

El desafío se encuentra en aprender a identificar cuándo estamos atrapados en una relación nociva y cómo de beneficioso puede ser para la vida de ambas partes soltar esa relación.

Hágase estas preguntas

Estimular la autorreflexión es una estrategia que permite evaluar el apego hacia la pareja y se puede ejercitar realizando las siguientes preguntas:

  • ¿Estoy haciendo esto solo para complacer a la otra persona?
  • ¿Estoy aceptando ser diferente para mantener a esa persona a mi lado?
  • ¿Es esta actitud realmente amorosa?

Operar de manera independiente, lograr una fuerte conexión con una misma y amar incondicionalmente nuestro propio ser es vital para vivir el amor de pareja.The Conversation

María del Mar Pastor Bravo, Profesora Contratada Doctora. Departamento de Enfermería. Universidad de Murcia. Perteneciente al grupo de investigación Enfermería Mujer y Cuidados de la Universidad de Murcia y el grupo de investigación ENFERAVANZA, IMIB-Arrixaca., Universidad de Murcia y Venus Medina-Maldonado, Profesora en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador – Facultad de Enfermería. Adscrita al grupo de investigación Estudios sobre Prevención de la Violencia (E-previo), PUCE, Quito- Ecuador., Pontifical Catholic University of Ecuador

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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