Ciudad Guatemala

La historia de Drew Goodall, a quien una crítica lo destruyó como actor y que de lustrabotas pasó a ser un exitoso empresario


Drew Goodall compartió set con Brad Pitt y Hugh Grant, pero la crítica sobre su papel en una obra de teatro los destrozó, aunque después creó una empresa que mueve fortunas.

  28 enero, 2021 - 21:46 PM

Desde abajo, así comenzó de nuevo Drew Goodall cuando parecía que todo estaba perdido. Tenía más de seis meses de vivir en la calle cuando, mientras pedía limosna a la salida del subterráneo de Londres, un oficinista le dio un consejo que resultaría más valioso que cualquier cantidad de dinero.

Le dijo que en la estación central los lustrabotas cobraban 2 libras a cada cliente, y lo animó a conseguir lo necesario para hacer lo mismo. Goodall hizo caso: “Entré en un taller de reparación de zapatos y compré un poco de betún y cepillos”.

No lo sabía, pero esa decisión cambiaría su vida y más adelante se convertiría en un modelo para sacar a otras personas de la indigencia. Hoy, millonario y al frente de la compañía de limpieza de zapatos solidaria más grande de Europa, su historia es una parábola de los altibajos de la vida, y de cómo el éxito nunca está asegurado, pero tampoco el fracaso.

El ahora empresario creció en Ipswich, un pueblo a una hora de Londres, donde sus padres eran propietarios del pub local, y desde niño quiso ser actor. Siempre tuvo el apoyo de su familia, pero tal vez eso le jugaría en contra. Cuando terminó el colegio y consiguió una vacante para estudiar drama en la capital británica, su padre organizó una gran fiesta: “Papá decoró todo el pub con banderitas. Yo era su orgullo”.

Drew Goodall dirige su propia empresa, Sunshine Shoeshine. (Foto: tomada de @shoeshining)

Se graduó a fines de los noventa y logró continuidad en teatro, televisión y cine. Para los 20 años, había cumplido su sueño, incluso había logrado pequeñas participaciones en películas taquilleras como Snacht, cerdos y diamantes (2000) y Un gran chico (2002), donde conoció a Brad Pitt y a Hugh Grant.

Todo parecía ir bien hasta que una mala crítica de su papel en una obra del West End londinense lo golpeó por completo. “Estaba actuando en Marat/Sade y la crítica me destruyó después de la función de prensa. Era un diario nacional y me llamaban por mi nombre –confió en una entrevista con la revista inglesa Essential Surrey–. Perdí la confianza. De pronto, dejé de disfrutar de la actuación”.

Sufrió una crisis existencial: “Si no soy actor… ¿quién y qué soy?”, se preguntaba. Dejó de trabajar y cayó en una profunda depresión, pero sentía que no podía volver como un fracasado a la casa de sus papás: “No quería encararlos. Cuando me fui, yo era su gran esperanza. No podía enfrentar la ignominia de tener que volver con la cola entre las patas”.

Sin ingresos y con deudas fue echado del departamento que alquilaba, y aunque al principio paró en casas de amigos, con el tiempo, se fue quedando solo. “Finalmente, una noche me encontré sin lugar donde quedarme y busqué un banco para dormir”, pero lo que empezó como una noche extraña pasó a ser otra, y después otra. Vagando por la zona en la que alguna vez había estudiado teatro, consiguió emplearse como repartidor en una pizzería, pero lo despidieron cuando lo descubrieron durmiendo en el almacén de los ingredientes y comiendo sobras.

No fue el punto más bajo de su derrotero: “Fui atacado dos veces por borrachos sin ninguna razón, mientras dormía en el parque, y en una ocasión terminé en el hospital. Aunque el peor momento, sin duda, fue cuando presencié cómo mi amigo de esos días se tiró abajo de un tren”. “Me ayudó a darme cuenta de que no quería terminar solo y desesperado como él”.

Drew Goodall fundó su propia empresa, Sunshine Shoeshine, en la que contrata a personas sin hogar y con necesidades especiales. (Foto: tomada de @e_motionsgr)

Ver que salía adelante, fue un estímulo para ponerle pasión a su trabajo, y Drew comenzó a ganarse la fidelidad de los clientes. Cuando podía, aprovechaba para conversar un poco y como la mayoría de personas eran de negocios fue aprendiendo valiosas lecciones financieras para mejorar su emprendimiento.

Crecer en el pub de sus padres lo salvó de otros peligros de la calle: el hoy empresario siempre le tuvo aversión al alcohol y a las drogas. Por eso estaba lúcido para escuchar el consejo de un oficinista al que veía pasar todos los días rumbo al subte: “Se tomó el tiempo de hablarme además de darme una limosna. Me dijo que la gente iba a la estación central a lustrarse los zapatos. Que por qué no lo intentaba”. Parecía un gesto menor, pero no lo era: porque luego de meses de marginalidad alguien había creído en él.

Eso lo impulsó a comprar cepillos y betún y salir en busca de sus primeros clientes. No fue fácil. Al principio no tenía licencia y tenía que huir permanentemente de la policía. Pero, por primera vez en mucho tiempo, logró ganar lo suficiente como para pagar un lugar en donde dormir. Las cosas comenzaban a mejorar.

Otra vez, la solidaridad de alguien que se detuvo a ver más allá del hombre que le lustraba los zapatos cambió la historia. Es que la oportunidad definitiva llegó cuando uno de esos clientes de Goodall le dijo que en la empresa en la que trabajaba solían tener a un lustrabotas que había dejado de ir: “Me preguntó si no quería ofrecerme para el puesto. Fue mi primer cliente corporativo”. Y siguieron muchos más.

De inmediato necesitó convocar a nuevos empleados para ampliar el negocio. Y su decisión desde un principio fue darle trabajo a otras personas que estaban en la calle o tenían alguna discapacidad. “Uno de ellos tenía necesidades especiales, pero era tan capaz como el resto de hacer frente a las tareas. Vi cómo cambió completamente su vida, y también que a los clientes les encantaba la idea de estar ayudando a alguien que lo necesitaba de verdad”. Así fue como Goodall creó en 2012 Sunshine Shoeshine, la primera compañía ética de limpieza de calzado, que hoy presta servicio a las grandes empresas de Londres.

Drew Goodall fundó su propia empresa, Sunshine Shoeshine, que se especializa en limpieza de zapatos. (Foto: tomada de @e_motionsgr)

Desde entonces, la empresa ayudó a salir de la pobreza a cientos de personas, que al ser contratadas recibieron capacitación, alojamiento y comida. Sunshine Shoeshine creció como modelo de responsabilidad social en todo el Reino Unido.

“No me propuse cambiar el mundo. No hay un botón mágico para terminar con la indigencia. Pero darle a alguien el tiempo, hablarle, acercarse, es una buena parte de encontrar la solución. Y el trabajo es el principio, porque transforma: te da una razón para levantarte a la mañana”, cuenta el emprendedor.

Goodall, que ahora vive en una casa flotante en Twickenham, sobre el Támesis, ya no lustra zapatos más que para recordar de qué se trata. El año pasado publicó sus memorias en Shooting the homeless, un libro en donde relata su dura experiencia y su aprendizaje en la calle. También da conferencias motivacionales en las que repite: “Tuve que perderme para encontrarme. La vida es una serie interminable de cambios y desafíos que todos debemos aceptar.” Pero aunque esos cambios lo alejaron de la actuación, su historia terminó por parecerse mucho más de lo que imaginaba a una película.

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