Ciudad Guatemala

Conozca la escuela que se construyó con la ayuda de tuiteros


“Un mensaje fue el que me hizo comprometerme más, decía: Ahí está el depósito, ahora ayúdame a devolverme la fe en la humanidad”.

  19 abril, 2019 - 14:00 PM

La Escuela Oficial de Párvulos Labor San José Chuachilil, en  la aldea Yepocapa en Chimaltenango, fue construida en gracias a la ayuda de donantes a través de la red. A la escuelita se llega caminando durante tres horas desde la aldea de Yepocapa, la escuela fue construida con la ayuda económica de diversos tuiteros, todo fue por un tuit, iniciativa de Rony Chalí, quién tenía un sueño…cambiar la condiciones de la escuela de su comunidad.

¨Fue una colaboración de 60 personas entre tuiteros, feisbuqueros y amigos. Todos colaboraron con depósitos monetarios, otros con materiales de construcción, mobiliario y útiles escolares. También me apoyaron con los diseños de la construcción de planos, la pintura y los murales.¨ Dijó Rony Chalí.

También expresó su sentir ante la respuesta a esta noble causa: ¨Me siento muy satisfecho de la respuesta de las personas a mi llamado para mejorar las condiciones de los niños del área rural¨ agregó motivado y feliz.

escuela
El antes y el después de la escuelita en Yepocapa. Fotografía: Cortesía Rony Chalí.

Rony Chalí es parte de un Club de vehículos 4×4 que, durante la tragedia por la erupción del Volcán de Fuego, el 3 de junio del 2018, apoyaron con el traslado de víveres a varias comunidades alejadas. “Con el Club nos fuimos al occidente de Yepocapa a buscar aldeas que no habían recibido ayuda. Casi no las visitaban por el acceso difícil. Vimos la comunidad con un camino malo, muy pobre y llegamos a la escuela a preguntar qué necesitaban. Hicimos una colecta y compramos 35 escritorios y cuatro ecofiltros”.

“Cuando llevamos el mobiliario conocimos la escuela de párvulos, que era una galera de lámina, está a 800 metros del nivel del mar y el calor es exagerado. Adentro era un horno, yo me imaginaba a mi sobrino de 4 años ahí y esas condiciones eran inhumanas para los niños. Entonces pensé, si junté para los escritorios puedo juntar para la escuelita, ¿cuánto puede costar? si uso la misma lámina, si la gente pone mano de obra, no creo que salga muy caro, así que me decidí”.

Chalí y sus amigos visitaron al Cocode del lugar. “Ya no había marcha atrás, aunque la ayuda no fue como yo esperaba. Así que empecé a pedir apoyo en las redes sociales, increíblemente fue Twitter en donde me respondieron como nunca me imaginé. La respuesta fue grande. La gente depositaba sin saber quién soy”, expresó.

Cuando llegó el primer deposito de Q1 mil fue muy emocionante para Chalí. “Un mensaje fue el que me hizo comprometerme más, decía: Ahí está el depósito, ahora ayúdame a devolverme la fe en la humanidad”.

Todo se fue dando en el camino. Un tuitero hizo el diseño; otro, los planos, y uno más elaboró el presupuesto. Durante los trabajos se percataron de que no podían utilizar la misma lámina, por lo que aumentaron los gastos. Además, los pobladores son agricultores, no albañiles, así que hubo que contratar la mano de obra para la obra.

“La maestra de la escuela se involucró todos los días en el proyecto, iba y venía, y me consiguió a los albañiles, que no estaban en el presupuesto de Q35 mil, pero había que construir. Solo entre el pago de albañiles y la compra de la lámina acanalada, que tampoco estaba incluida, se invirtió Q19 mil”, explicó Chalí. Mientras tanto las donaciones seguían llegando. Un amigo le donó a Chalí un inodoro y lavamanos adaptados para niños, otros le dieron cemento, hierro, arena, la conexión eléctrica, otros insumos y dinero.

 

Cuando avanzó el proyecto y la gente vio que era cierto llegó más apoyo, incluida una oenegé que tenía recursos para invertir en esa área. “Con fondos ya soñamos más grande, queríamos ventanas y puertas bonitas, nada tradicional. Los niños estudiaban en pupitres tradicionales, para niños grandes, y los tuiteros opinaban que esas no eran las condiciones adecuadas, que necesitaban mesas especiales para interactuar”.

Vio fotos en internet de mesas modulares y un amigo suyo que vive en Estados Unidos le escribió para saber cómo podía ayudar y le envió el dinero para los escritorios y otro tuitero, empresario, le donó 10 más.

Hubo tuits negativos de personas que desconfiaban del proyecto porque desconocían el destino de los fondos y otros le decían que para qué publicaba lo que hacía si era donación, pero Chalí tenía la responsabilidad de mantener informados a sus donantes y de ser transparente.

El trabajo fue arduo. Los padres de familia cargaron en la espalda los materiales de construcción donados y los subieron por los 800 metros de la cuesta que los lleva a la aldea, pues solo pueden subir vehículos de doble tracción y nadie por ahí tiene uno. “Lo vi como algo bueno, porque era algo que les iba a servir, que iban a trabajar por ello, para que no fuera solo regalado, para que se involucraran y lo sintieran parte de ellos”.

La escuela se terminó y entonces vino la decoración. “Me imaginé unos murales y le tomé foto que publiqué en Twitter. Hubo voluntarios para pintar, también sugerían ideas de juegos con llantas y un fin de semana fuimos a acampar con mis amigos e hicimos el parque, nos ayudaron los padres y los albañiles, nos donaron la pintura para la escuela y las llantas”.

 

 

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Agradecido con la educación pública

Chalí es ingeniero agrónomo, trabaja en una empresa de agroquímicos en la capital, en donde vive hace un tiempo, e invirtió varios domingos para llegar a la aldea. Aunque nació en Chimaltenango, Chalí migró junto a sus padres a San Marcos para luego huir del conflicto armado interno se fueron a Tapachula, Chiapas, México; luego regresaron a San Marcos en donde vivió en una finca de café. “Vivíamos en un rancho, mi papá era mozo, tuve una infancia muy pobre, pero la recuerdo muy alegre”, comentó.

“Yo estoy muy agradecido con la educación pública porque gracias a eso pude llegar a ser ingeniero agrónomo. Estudié en la escuela del rancho, la verdad era cumplido con las tareas, y luego me fui a estudiar los Básicos con una beca en una Escuela de Formación Agrícola, como era internado tenía todo; después me pasé a una escuela de agricultura en Bárcenas, Villa Nueva, y al llegar a la Universidad de San Carlos también me dieron una beca para mi manutención mientras estudiaba”.

Chalí considera que la educación cambia la vida de las personas. “Mi papá me dijo un día que hay que estudiar porque la vida en el campo es muy difícil. Yo pienso lo mismo en los niños del área rural y las grandes diferencias en las que viven. La educación puede cambiar a muchos. Sueño con que alguno de ellos -los niños de Chuachilir sea doctor, ingeniero, músico, escritor, algo grande”, manifestó.

La experiencia que el proyecto le dejó a Chalí es que hay mucha gente que quiere ayudar, pero no encuentran cómo hacerlo y cuando se les da la oportunidad lo logran. “Yo solo canalice esas ganas de ayudar”. expresó.

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