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Rosario quiere la Copa del Mundo para Messi, el hijo pródigo


"'Leo' fue siempre competitivo, no quería perder a nada. Lo veo igual ahora, muy abocado a su profesión. Ese sentimiento lo transmitió siempre" dice Diego Vallejos, amigo "de toda la vida" del astro del Barça.

  29 mayo, 2018 - 21:20 PM

Lionel Messi era un niño que no quería perder a nada. Superó problemas de crecimiento y conquistó el fútbol mundial. Casi dos décadas después de haber dejado Argentina, se merece ganar el Mundial, dicen en su natal Rosario.

 

– El niño que quería ganar –

“‘Leo’ fue siempre competitivo, no quería perder a nada. Lo veo igual ahora, muy abocado a su profesión. Ese sentimiento lo transmitió siempre” dice Diego Vallejos, amigo “de toda la vida” del astro del Barça.

Vallejos vive en su casa de la niñez en la calle Estado de Israel, a cuatro puertas de la de los Messi en el barrio obrero General Las Heras, llamado ‘la Bajada’, al sur de Rosario, un puerto agroindustrial, 310 km al norte de Buenos Aires.

Amigos y compañeros de escuela compartían fútbol y travesuras, cuenta este hombre de aspecto adolescente, al recordar cuando a hurtadillas le sacaban monedas al abuelo Messi para las galletitas de la merienda.

“‘Leo’ era travieso, picarón. En el fútbol era el mejor de todos”, cuenta Vallejos, unos meses mayor que el crack nacido el 24 de junio de 1987. Ninguna inclemencia suspendía el fútbol. “Cuando se inundaban las calles del barrio jugábamos ‘acuagol’ con el agua hasta las rodillas”, rememora.

El amigo del capitán de la selección argentina que cayó en la final del Mundial de Brasil 2014, confía en que este año en Rusia, Messi gane el único título que le falta.

“Lo que más deseo es que Leo gane un Mundial, que sea el logro de él. Argentina va a tener muchos mundiales pero éste quiero que sea de él”, dice Vallejos, nacido en 1986, año del segundo y último título mundial de Argentina en México.

La casa de los Messi es austera, de fachada sin revoque. Aún pertenece a la familia del jugador cuyo padre era metalúrgico y su madre ama de casa.

En la esquina, un otrora baldío es hoy proyecto de ‘canchita’ para los chicos del barrio. Allí jugarán custodiados por un mural donde Messi, de camiseta albiceleste, saluda al cielo en su típico festejo de gol. Comparte los muros con otros íconos como Diego Maradona, las Islas Malvinas y las Madres de Plaza de Mayo.

Unas cuadras más allá, otro mural de Messi custodia el patio de la escuela donde cursó la primaria 20 años atrás y donde ya perfilaba su habilidad con el balón.

 

– Fuera de serie –

Sentado en las gradas del estadio ‘Marcelo Bielsa’ de Newell’s Old Boys, Enrique Domínguez, 67 años, se emociona al recordar cuando “tuvo el regalo de la vida” de ser su entrenador en la categoría 87 de la escuela del club. Tenía 10 años y la ‘Pulga’ ya sobresalía.

“Lo especial de Leo es la naturalidad”, evoca Domínguez, uno de los cinco entrenadores que tuvo en la infancia. A los 5 años, Messi jugaba en el club barrial Abanderado Grandoli, poco después deslumbraba con ‘jueguitos’ en los entretiempos de Newell’s.

Padre del exfutbolista Sebastián Domínguez, tiene fresca una imagen de su mejor alumno: Mientras escuchaba las instrucciones del ‘profe’, hacía rebotar la pelota sin cesar, ansioso por iniciar la práctica. “Leo era el líder natural” de sus compañeros, dice Domínguez que sueña con recibir su abrazo.

“Messi es un fuera de serie, el mejor de la historia. Compite contra sus marcas, sus propios récords, se vence a sí mismo”, sostiene.

El hombre al que ‘Lío’ había apodado ‘Papá Noel’ porque era gordo y vestía equipo deportivo rojo, piensa que lo único que le falta a Messi para superar al legendario Diego Maradona es ganar un Mundial. Rusia-2018 es “la última oportunidad con Messi como estrella máxima de la selección y del mundo”, sentencia.

 

– Más alto que Maradona –

El 2000, encontró a los Messi en una encrucijada. Sin cobertura para costear un tratamiento hormonal y con frustrantes respuestas de clubes argentinos, viajan a Barcelona. Meses después, se concretó el fichaje. De allí, sin escalas, a la gloria.

En España comenzó el tratamiento que le permitió crecer hasta 1,69 metro. En 1997 el endocrinólogo Diego Schwarsztein le había detectado un déficit hormonal y le prescribió inyecciones diarias.

“Vos quedate tranquilo que vas a ser más alto que Maradona, no sé si vas a ser mejor, pero más alto sí”, recuerda que le dijo a un tímido Messi preocupado por los condicionamientos de su baja talla.

No se imaginaba que su paciente ganaría cinco balones de oro del fútbol europeo, admite a la AFP en su consultorio de Rosario.

Quiere verlo campeón del mundo, pero más aún que vista la casaca rojinegra de su amado Newell’s. “Leo no es ni mi discípulo ni mi protegido, pero es una persona de cuya historia me siento un poco parte. Me encantaría verlo campeón”, afirmó.

 

 

© Agence France-Presse

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